30 nov 2009

Y sus pestañas se quedaron pegadas
y el rimmel mojado en sus mejillas.
Esa noche descubrió que su príncipe azul
en realidad desteñía;
intentó cerrar viejas heridas besando sapos
y se encerraba en castillos de arena
para esconderse de los recuerdos.
Entendió que los príncipes
solo estaban en los cuentos de hadas
y que en la realidad solo existían hombres con antojo de ella.
Ella no era Alicia ni tenía conejos que la apurasen;
el tiempo era suyo y aunque existiese algún colectivo
que la llevase al ayer,
él no la estaría esperando al bajar en la parada.
A ella no la despertarían con un beso como a Blancanieves,
sino con horarios y rutinas monótonas.
En esta historia no había manzanas envenenadas;
solo dietas y ataques de ansiedad que la atacaban por las noches.
Ese perfume que ayer incendiaba sus sentidos,
hoy se volvieron venenos para el corazón.
Un veneno con la etiqueta de te extraño.

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