9 dic 2009

Se acomodó junto a ella, con el alma gritandole y la miró con esa ternura que se huele entre los que aman con algo más que locura. Era su princesa, su niña, y sentirla cerca le era tan necesario como respirar. No podía imaginar la vida sin ella. -Sabes que te amo, ¿verdad? -. Ella se revolvió en sueños y una sonrisa brotó de sus labios. Él sonrió también, y con mirada de niño, se tumbó junto a ella y la rodeó con sus brazos. -Te amo, te amo... - le susurró al oído, notando cómo su corazón latía más fuerte, sintiendo una emoción que jamás había sentido. Y ahora, allí, acostado junto a ella, junto a aquella niña a la que tantos años sacaba, se daba cuenta de que nunca había vivido de verdad, y que aquella emoción sincera, tan pura que le llenaba los ojos y el corazón de lágrimas, era su aire, su razón, su sentido.

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